domingo, 16 de diciembre de 2012

Frío, te siento perfecto

Frío, te siento perfecto.
El contraste de tus dedos
contra mi piel templada
estremece cada pedazo de mi alma.

Y tus témpanos de hielo
muerden mi cuello con dientes
en la fina y elegante soledad
de tus brazos tranlúcidos.

En el vacío de la oscuridad
cubre de besos mi espalda
dejando caer la humedad 
de tu lengua sobre mi columna.

A veces, incluso, me permites
entrever tus ojos, mientras
aprisionas a mi cuerpo frente al suelo
con una de tus poderosas manos.

El sentir tu aliento susurrando
palabras sin voz en mi boca
y las cadenas de tu garganta
rozando mis párpados me seduce.

Tu cuerpo se convierte
en una tentación inalcanzable,
gracias a las férreas cadenas
que mi propia mente ha impuesto...

Simplemente muero bajo tus caricias
retorciéndome al mismo son
con mi mente dando apodo a tus rizos
y mis labios gritando tu nombre.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Alma danzante de la noche

   En esta fría noche de quien sabe cuando, declaro lo que será el principio de mi fin. Mi pecho se hiela y la sangre se congela en mis venas como agujas al son de un aire viciado. Mis ojos ya ni lloran las gotas rúbeas que solían marcar mi tristeza, ni tan si quiera un poco de agua salada.
   De mi alma han arrancado ese puñal al que llamaba esperanza. Aquel cuerpo que antes sufría silenciosamente por un beso, dos palabras, tres caricias, cuatro miradas y cinco dentelladas yace ahora abandonado sobre un barro incierto tachado por el dolor. Está ahí, sin poder abrir los ojos por temor a no saber ver la luz, mientras los pétalos de mil margaritas deshojadas lo entierran con descaro.
   Con el corazón detenido, la piel fría, las manos atadas, la garganta desgarrada, la razón perdida y los párpados cosidos, atisba entre la sombra de una hoja incorpórea la imagen de sus ojos, su boca, su rostro, su pelo, su torso y sus manos con demasiada claridad y nitidez.
   Y dando la última señal de vida, mi cuerpo ajado y polvoriento, muere asfixiado por la presión de la soledad espiritual que siento, mientras que la hoja danza sin brisa a modo de burla, engatusándose a si misma como si del único consuelo posible se tratase.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Oda Al Salvador

   Bendita mi locura y bendita mi suerte. Bendito todo aquello que antes fue maldito. Aquello por lo que día y noche lloraba ya ha muerto. Esa soledad aplastante que no me dejaba respirar.
   Aire nuevo entra en mis pulmones putrefactos, revitalizando a una hoja que, desnuda, se consumía en mi interior. Sangre fresca mancha mis labios otra vez, llenándome de caricias, besos y abrazos. Las cadenas que se clavaban alrededor de mi cuerpo se derriten con el frío de mi piel.
   El viento me susurra palabras que creía extintas. Palabras que jamás pensé volver a gritar y ahora no puedo dejar de repetirlas. El cielo nocturno me dibuja sus ojos con estrellas verdosas, azuladas y níveas. Y las nubes me perfilan su sonrisa...
   La oscuridad se dispersa y una suave luz penetra entre las grietas del cristal de barro que me guarda. Aunque esas grietas se hacen más grandes por el daño que causa la falta de su voz. Pero no importa. La espera merece la pena y la distancia se me hace corta.
   Cada noche aparece en mi cama dormido a mi lado. Y de madrugada, cuando despierto, siento su calor y escucho su  respiración en mi oreja, mientras se eriza la piel de todo mi cuerpo. 

miércoles, 20 de junio de 2012

Ryu L, In Memoriam

Viniste en un momento difícil. Un momento en el cual mi corazón estaba desgarrado y roto. Con tus oscuras zarpas aferraste sus partes desechas y las abrazaste con tu cariño inusual, juntándolas y lamiendo la sangre que escapaba.
Tus ojos llenaron el feroz agujero que en mi alma había quedado aquellas primeras noches, cuando dormías a mi lado.
Tu particular manera de ser secaba mis ojos en las noches más duras. Me honrabas cuando pedías mis caricias y cuando saltabas a mis rodillas. Cuando tu mirada indiferente e inquisidora brillaba con cariño o cuando clavabas dulcemente tus garras en mi piel.
Cuando maullabas como sólo tú sabías algo en mí despertaba. Un sentimiento que desconocía.
La luna recordará nuestras conversaciones, el viento nos traerá nuestros susurros, las estrellas iluminaran nuestras pupilas, la lluvia será nuestras lágrimas, el tiempo ha unido nuestras almas... y el tiempo no podrá separarnos.
Parte de mí duerme en ti y viceversa. Sé que no has muerto, pues vives en mi corazón. Aún te veo ahí, agarrandos sus trozos con la ternura que te caracteriza.

30 / 05 / 2012
19 : 06

miércoles, 25 de abril de 2012

Sin gafas de Sol...

Escucho el murmullo tranquilo de las olas en lo lejano del tiempo y algunas voces cercanas que gritan de forma inteligible.
   Es una sensación plácida que inunda mi mente bajo tu recuerdo, como el calor del Sol abriéndose paso entre mis párpados casi cerrados. Es agónico, quiero estar a tu lado, pero a la vez alejada... Me sentí cómoda ante tu mirada y tus palabras, pero a la vez temblaba ante tu inequívoca presencia.
  Tu energía, tu voz, tu mente... Hermosas escenas que vuelven a mis ojos junto con una luz dulce y pervertida que recorre mi alma mientras mi cuerpo vuela junto a la niebla malévola, que cura mis heridas más profundas.
   Esa luz no es otra cosa que tú misma, que sin quererlo, me curas y, que sin saberlo, me alivias y alejas a los demonios ingratos que tiempo atrás dormían a mi lado.
   Y esa paz... Esa tranquilidad... Ese... Sentimiento que hace a mi corazón latir fuertemente pero con lentitud... O suave y desbocado, es lo más parecido al paraíso, lo más cercano a la vida y lo más próximo al infierno. Es como la muerte pero mil veces mejor porque ahí no acaba mi exsistencia, sino que se prolonga de la forma más dulce.
   Deseo morir en ti y no con tu recuerdo...

Para ti... Girl with green sunglasses...

jueves, 12 de abril de 2012

Parafraseando a Neruda

Podría escribir los versos más tristes
esta noche de luna llena.
Describir, por ejemplo, con lágrimas
tus ojos sagrados en mil palabras...
Pero hoy no es día de llanto.

Podría dibujar las rosas más tristaes
esta noche de luna llena.
Garabatear, por ejemplo, con sangre
tus labios divinos en las paredes de mi jaula.

Podría pensar en la agonía más triste
esta noche de luna llena.
Imaginar, por ejemplo, con miedo
que nunca más pordé rozar tu piel.
Pero hoy no es día de velos.

Podría murmurar las canciones más tristes
esta noche de luna llena.
Gritar, por ejemplo, con fervor
tu nombre etéreo al suave océano estrellado.

domingo, 1 de abril de 2012

Perdóname...

Otra noche más sin ti he amanecido,
acto que jamás será acaecido,
y mi voz quebrada es apenas un susurro
que tiembla febril ante tus escudos.
Tu voz es como un puñal clavado
en las entrañas de mi alma,
cuando lo tengo dentro, apenas lo siento
pero muero al intentar sacarlo de mi pecho.
Arden tus miradas escurridizas
que me evitan y hacen trizas.
Perdóname por ser tan jodidamente clara.
Perdóname porque me embauque tu mirada.
Perdóname por soñar que te rozaba.
Perdóname por llorar cuando te marchabas.
Perdóname por necesitar que me besaras...

jueves, 22 de marzo de 2012

Yeah

   Un día vago y funesto, repleto de esfuerzos inútiles en un mar de incomprendidas olas púrpuras, despierto una vez más ante tu recuerdo aún clavado en mi corazón. Busco tus ojos en mi mente que partida por mil rayos de dolor te busca.
   Otra hora más que he soñado que estás a mi lado, hablando conmigo y abrazándome, consolando a mi instinto como hacías antes de todo. El fuego, endulzado con hiel, marcará mi espalda de forma cruel y perfecta.
   Así te acogeré en mi mente y alma, deseando rozar tu piel y escrutar tu cuerpo, que perfecto se alza ensombreciendo a la luna que envidiosa te guarda. Mas cuando el sol se alce las nubes no empañarán el camino, pues verán en tu destino la gracia y el valor que un día a mi vino de tus manos.
   Ojala pudiera mostrarte lo que te añoro y las ganas de llorar que me dan cuando pienso en ti. Sigo queriendo llevar tus alas y no dejo de trabajar en ellas, que hoy de nuevo han tomado un nuevo cuerpo.
   Quiero escribir tu nombre en cada resquicio de mi piel para no olvidarte y sentirte otra vez conmigo, en lo que es un acto desesperado. Como siempre te veo y no te alcanzo y, como no, mis ojo sangran ante la realidad que se les abalanza.  
   Te echo de menos Gandote... 

21/03/2010

viernes, 16 de marzo de 2012

Delirio de Amor

Eres tú mi merito más agradable. Poco a poco rocé tu figura con acuarela y pincel, para ir creando tu silueta deforme durante horas. He disfrutado con tu compañía y anhelo. He adorado tu imagen durante horas muertas en las que mis párpados me traicionaban y se cerraban. Deseaba admirar cada uno de tus puntos y cada una de tus líneas, pero de mala forma ellos me lo impedían.
Mis ojos rasgados no pueden dejar de recordarte y humedecerse mal heridos bajo tu luz. Quiero verte más de cerca, quiero rozar tu brillante piel, hasta ahora inalcanzable. Ni en mis mejores sueños te vi, mas fue ese segundo en el que caí bajo tu embrujo persistente. No dejo de pensar en tus ojos y en tu oscura tez.
Mis ganas son irrefrenables y torpes, pero no imaginas el dolor que ensarta mi corazón bajo tu reflejo maldito. Te creces por segundos en mi interior y no puedo olvidarte más de un minuto. Necesito volver a verte una y otra vez admirando tu silueta caminando por un lodazal de barro insinuante, mientras las espinas de tu alma me hieren cada vez              más.
No puedo. No aguanto. Recordarte es el mayor sufrimiento jamás acaecido. Rozar tu piel, besar tus labios y mirarte largamente es lo único que requiere mi instinto para seguir con su loca cordura...

jueves, 8 de marzo de 2012

Maldita mi estampa.


Maldita tu voz dulce que me impide pensar.
Malditos tus ojos que no me dejan escapar.
Maldita mi suerte de no poder olvidar.
Malditos mis sentidos que no sé controlar.

Distingo el rugir de una guitarra y poco más
atado en mi garganta, el sonido, lo guardo,
mientras sigo esperando no esperar,
soñando con no volver a imaginar.

Maldito mi fantasma triste en el espejo.
Malditas mis ganas de luchar
Maldigo, ahora, mi ahorcada vida,
por necesitar más y más y no querer ná.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Revoltoso


Suculento rostro de niño
Tachado por la madurez,
De carnosos labios rosados
Nunca inmóviles, siempre tiernos.

Invaden mi alma tus ojos
Despiertos y castaños,
Con esas lascivas miradas
Preparadas para arrancar un suspiro.

Con tu grave y tranquila voz,
Capaz de sosegar a un fiero dragón,
Despiertas en mí la lujuria,
Algo de paz y un poco de amor.

Ojala y simplemente fuera cierto
Alguna palabra de estos viejos versos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Intento de saber.


   ¿Quién soy? ¿Existo acaso? Son viejas preguntas que muchas veces han recorrido mi mente enferma. No tengo claro quién soy, aunque quizás sí. En cuanto si existo, supongo que sí, pues sino no estaría aquí.
   ¿Quién soy…? Pues quien voy a ser. La que me devuelve la mirada en el espejo. Aquella a la que no puedes engañar. O puede que sí.
   Mírame y dime que soy. No un ser normal, ni otro extravagante. No alguien alegre, pero tampoco triste.
   Mis ojos me engañan, mi mente se burla de mí, mis manos me muestran formas fascinantes y mis labios apenas saben moverse solos, salvo para escupir un par de desacertadas palabras. Entonces ¿Cómo puedo saber qué soy?
   Nada es verdad, todo está permitido, pero si todo es falso y nada está permitido, ¿Cómo conocer lo incierto y lo que no lo es?
   Necesito saberlo.
   ¿Quién soy? Soy yo, esa… Tú, aquella… May… Sólo un ser más. No, no sólo uno más. Quiero creer que soy un ser único, De considerable locura y mente abstracta.
   ¿Quién soy? May, Estoy loca y me encanta. ¿Por qué no?

martes, 31 de enero de 2012

El principio del fin.



   Nunca he sido lo suficientemente paciente como para narrar historias y menos aún si tratan sobre mí. Pero si no lo intentas nunca sabrás de qué eres capaz, así que allá voy.
   Mi nombre es Ánclar Lerock y este relato trata de mi muerte como humana y nacimiento como vampira.
   Nací en una gran ciudad, entre la más podrida de las miserias. Mi padre fue un maltratador y un borracho que satisfacía su impotencia golpeándome a mí o a mi inocente madre. Ella era una mujer hermosa de cabello negro y ojos verdes y azules. Recuerdo bien el dulce aroma que desprendía su pálida piel en aquel último abrazo que me dio. Me dijo “Esto lo hago por ti, sobrevive como puedas y se tú misma. Pero ante todo, no tengas miedo a nada. Se valiente y lucha”.
   Tras estas confusas palabras se marchó, asesinó a mi padre y después se suicidó. Yo apenas tenía 9 años, pero por suerte mi corta vida me había enseñado un par de trucos, como por ejemplo el robar.
   Pasé los siguientes años malviviendo de lo que conseguía robar en los mercados, hasta los 19 años, cuando pedí un trabajo honrado a un conocido. Me gané la comida como juglar, cantando en la taberna de aquel hombre que me había visto crecer y robar a sus clientes una y otra vez. El acto de cantar me apasionaba y sabía rimar los versos con facilidad.
   Fue una fresca noche de primavera cuando mi vida comenzó a cambiar. Yo cantaba en la taberna una historia sobre un ser inmortal, cuado él entró, acompañado por cinco hombres encapuchados. Nada más entrar, un silencio sepulcral reinó, interrumpido únicamente por mis palabras.
   -“Son sus ojos color miel, lo que elimina el veneno de mi blanca piel…”- decía mi cantar. Nuestras miradas se cruzaron y el aliento se perdió en mi interior. Sus ojos eran grandes y dulces, del mismo color que el que describían mis palabras. Tomé aliento dispuesta a continuar mi canción, pero fui incapaz. Aquel hombre sonrió  con sus finos labios rosados y alzó sus manos aplaudiendo, como dando fin a mi canción y ahorrando rubor de mis mejillas.
   El público lo imitó con locura y énfasis, como nunca habían hecho. No podía moverme, estaba paralizada por una extraña sensación. Mis piernas temblaban y apenas conseguían sostenerme, así que bajé de la barra y me escabullí hasta la cocina con el corazón terriblemente acelerado. No comprendía que me había causado tal sentimiento.
   La puerta de madera de la cocina se abrió con suavidad y entró el dueño de aquel local:
   -¿Estás bien?- me limité a asentir con la cabeza-. Ánclar alguien desea conocerte.
   -¿Es necesario?
   -Sí, no seas tozuda.
   -Espero que te haya pagado bien- le dije burlonamente, mientras la puerta se abría. Apareció aquel hombre, en apariencia noble, con su piel palidísima  y su largo pelo oscuro. Comencé a notar el corazón en la garganta. Me fijé en sus largas pestañas y en la marcada definición de sus facciones. Hizo pasear sus largos dedos por el recto tabique de su nariz puntiaguda, sin dejar de sonreírme.
   -Buenas noches, mi lady- dijo con su voz suave-. Permítame invitaros a un trago de vino- hizo un gesto al tabernero que no tardó en colocar dos grandes copas de vino especiado ante nosotros -. Desaparece- le ordenó. El otro obedeció presto, con una reverencia marcada por la hipocresía.-  Llámame Éolesh, encantadora.
   -Vos podéis nombrarme como Ánclar más que con vuestras inciertas ternezas- le respondí antes de tomar un trago de aquel delicioso vino que tan pocas veces había podido catar. Éolesh rió pícaramente.
   -Sois osada, querida, y cantáis como un ángel en las manos de Dios.
   -¿Eso creéis?  Es un pensamiento interesante.
   -Gracias. Vuestra historia me ha llamado la atención. ¿Dónde la aprendisteis?
   -Mi madre escribía historias.
   -Al entrar, pensé que hablabas de mí, lo cual hizo me sintiera tan alagado, que incluso os perdono que no terminarais vuestra canción- apenas escuchaba sus palabras. Sus dulces ojos caramelizados me encandilaban.
   Éolesh cogió mis manos, mirándome largamente en silencio. Sus manos eran frías, pero los dulces movimientos de sus dedos sobre mi piel me erizaban hasta los pelos de la nuca.
   -Ven conmigo.
   -¿A dónde?- le pregunté apurando la jarra de vino especiado.
   -A cualquier lugar. Deseo ver las estrellas reflejadas en tus exóticas pupilas.
   -Preciosas palabras- Éolesh  me sacó de aquella cocina, sin soltar mi mano. Se disculpó un momento, se colocó una elegante capa negra y dirigió unas palabras a sus compañeros. Volvió conmigo y salimos de aquel antro-. ¿Quiénes son aquellos que te acompañan?
   -Son… mis compañeros. Estudiamos juntos.
   -¿Estudiar? Siempre he querido descubrir el mundo de la música.
   Llegamos a la plaza del pueblo, que solitaria, era iluminada por la luna llena. Éolesh me miró a los ojos, mordiéndose el labio, mientras acariciaba mi pelo y mi rostro tiernamente.
   -¿Quién sois, hermosa dama? No parecéis de este mundo.
   -Ánclar…- respondí-.  No comprendo vuestra pregunta.
   -No importa… Disfrutemos de las estrellas.
   Continuamos nuestro extraño camino. Éolesh relató algunos de sus viajes y pasó su mano por mi cintura. Normalmente, no soportaba que los hombres me rozaran, pero esa vez fue diferente. Hasta lo deseaba.
   Me cedió su capa cuando mis dientes empezaron a castañear y me dijo con ternura que esa noche iba a cambiar mi vida.
   -Permíteme llamarte “mi princesa”- susurró a mi oído, antes de depositar un frío beso en la comisura de mis labios.
   No me esperaba aquella acción y estuve a punto de escupir el corazón de lo rápido y fuerte que latía. Estábamos en las afueras de la ciudad, sentados en la mullida y húmeda hierba. Intenté asimilar aquel gesto, pero mi cuerpo no hacía más que temblar.
   Éolesh esperaba alguna reacción, inmóvil, con su lasciva mirada fija en mis labios  y sus suaves caricias recordando la forma de mi delgado cuerpo.
   -Ánclar, dulce princesa de la noche y reina de mi frágil corazón…- susurró al ver que seguía impactada-. Perdóname, no puedo evitarlo. Te quiero para mí. Quiero que seas mía. Serás poderosa… muy poderosa y juntos seremos invencibles. Jamás te faltará de nada.
   Sin esperar respuesta, besó de nuevo mis labios con avidez y pasión. Intenté resistirme, pero Éolesh aprisionó mi cuerpo con el suyo contra la hierba con muchísima fuerza. Sus caricias se volvieron más seductoras e íntimas, por lo que tardé poco en rendirme y dejarme llevar.
   Cuando la excitación estaba casi en su cúspide, haciendo temblar violentamente nuestros cuerpos, Éolesh se alejó de mis labios pasando su lengua por mi barbilla hasta llegar a la garganta. Un brutal escalofrío recorrió mi espalda mientras sentí cómo sus colmillos desgarraban mi piel. Grité al percibir que succionaba la herida.
   La calidez desaparecía de mi cuerpo lentamente y a cada segundo estaba más débil. Era una sensación horrorosa, pero a la vez placentera e incluso dulce. Las fuerzas me abandonaban poco a poco y viendo ya a la Parca venir hacia mí, susurré con esfuerzo para mí misma:
   -Hermosa forma para que todo acabe…
   -No, amor- dijo Éolesh jadeante con los labios manchados de sangre-. Esto es únicamente el principio para ti.
   Volvió a besarme y noté la cálida sangre volver a mí. Esta vez fue más dulce y delicado. Cuando se alejó sentí sed y una horrible sensación de angustia.
   -Duerme, mi amor…- me dijo, mientas alzaba mi cuerpo con sus brazos-. Pronto amanecerá. Ese malestar habrá pasado para cuando te despiertes…
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   Desperté en un lugar desconocido y muy cómodo. Se trataba de una cama de dosel, con sábanas rojas como la sangre y las cortinas echadas del mismo color. Me encontraba muy débil.  Suspiré mientras acariciaba mi piel helada, que se había vuelto algo más pálida. Estaba desnuda y confundida.
   Recordé asustada lo de la noche anterior. Deseé que fuera un sueño y nada más. Vi unas ropas a los pies de la cama y me acerqué para examinarlas. Se trataba de un corsé, un jubón y una falda de color negro. Me vestí con ellas, poniendo especial atención en el corsé. No había terminado de ajustar aquella prenda cuando alguien llamó a la puerta.
   -Ánclar… Soy Éolesh- oí una puerta cerrarse. Volví a refugiarme entre las sábanas. “Ha sido un sueño” me repetía nerviosa-. Amor, no temas- se abrieron las cortinas del lado izquierdo y apareció su rostro pálido sonriente. Se recostó a mi lado y me besó tiernamente-. Querida, perdóname. Te convertí de forma impulsiva. Quería tenerte siempre conmigo.
   -Convertirme… ¿En qué?- le pregunté.
   -En vampira… del Clan Tremeré, para ser exactos. Te enseñaré los secretos de la magia que conozco y aprenderás más cosas de las que yo sé. Aprenderás a utilizar el Áupex, que sirve para conocer los sentimientos de la materia, la Dominación, para controlar a tus enemigos y amigos, y la Taumaturgia, en la senda del Rego Ígnem… Que te enseñará a hacer arder hasta el aire.
   -No entiendo nada…
   -Poco a poco, cielo. Sólo existe un pequeño problema. He de entregarte a los Siete Príncipes Tremeres para vincularte a ellos y nunca puedas desobedecerlos. Aunque ahora están demasiado ocupados. He de entrenarte para la lucha, pues nos enfrentaremos a ciertos seres molestos…- me besó larga y lentamente, acariciándome el rostro.
   -Éolesh…- intenté decirle algo separándome de él, pero me interrumpió.
   -Ánclar, tesoro, no pienses en eso ahora. Sólo necesitas saber unas cosas… Eres inmortal y vivirás eternamente a mi lado. Eres una Tremere, y debes estar orgullosa, digan lo que digan otros vástagos. Y por último, debes saber que te amo con locura. Llevo demasiadas décadas buscando a alguien como tú… Pronto nos traerán a dos humanos para que nos alimentemos, así que descansa.
   Cerré los ojos de nuevo y él me abrazó. Su piel estaba tan helada como la mía… Pero me sentía tranquila al menos.
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   Casi un año después de mi transformación se había preparado una fiesta para presumir de novicios. Yo era la única de todos aquellos que no había bebido la sangre de los Siete, lo cual estaba prohibido, pero Éolesh deseaba presumir de su vástago. Decía que mis progresos eran impresionantes.
   Iba vestida con un hermoso corsé negro con hilados verdes, la larga falda negra y una elegantísima capa del mismo color que añadía sofisticación. Para aquel entonces me sentía muy confundida respecto a mis sentimientos hacia Éolesh.
   Lo amaba pero también lo odiaba por haberme arrebatado aquella vida. Echaba de menos cantar en aquella taberna, aunque mi vida no fuera nada lujosa. Extrañaba también cosas más simples, como sentir el cálido roce del sol sobre mi piel, y el sabor de algunas bebidas y alimentos que ya no podría volver a tomar.
   Cada noche, después del intensivo estudio, cuando faltaba poco para el letargo antes de que el sol apareciera, Éolesh me abrazaba y susurraba unas cálidas palabras o una pasional poesía para hacerme sonreír, pero mi último pensamiento era hacerlo arder con la Taumaturgia…
   Volviendo a la fiesta. Había humanos narcotizados por doquier, que se prestaban a ser mordidos aquí y allá. Cuando alguno caía desangrado algún criado lo alejaba de allí con premura. Éolesh me presentó a más personas de las que podía recordar y todos lo felicitaban.
   Llegó el momento de la verdad, el Concurso de Talentos Taumatúrgicos Ígnem,  como algunos invitados lo habían denominado. Yo estaba muy nerviosa, pues había demasiados vampiros escrutando cada uno de mis movimientos. Quizás nerviosa no sea la palabra… Estaba asustada. Tenía miedo de todo aquello.
   El concurso empezó bien. Todos mostraban sus mejores armas. Uno de aquellos vástagos hizo arder el aire creando la fisionomía de un dragón japonés, realmente bello. Lentamente se acercaba mi turno para exhibirme. Estaba temblando y Éolesh me apoyaba en la distancia con dulces sonrisas.
   Llegó mi turno. Di un paso al frente con indecisión y concentré la sangre, que es la fuente de toda energía vampírica, en mis dedos. Respiré varias veces. Hice surgir a un fénix de la nada, que dio un par de vueltas por la sala, hasta que estalló dulcemente convirtiéndose en un revoltijo de mariposas ígneas.
   El público aplaudió asombrado, pero mi número no había acabado. Las mariposas volvieron a reunirse formando el seductor cuerpo de una mujer que danzaba en el aire. Aquellos Tremeres aplaudieron  encantados, pero entonces… Digamos que todo se me fue de las manos. Aún quedaba el final de aquel espectáculo y escuché a Éolesh:
   -¡Así se hace, mi vida!
   “Mi vida…” esas palabras me sacaron de mis casillas y un ciego odio inundó todo mi ser. Cerré los ojos con rabia. Había perdido la concentración y no era consciente de hasta que punto. Cuando volví a abrir los ojos una enorme bola de fuego se alzaba a modo de sol en el centro de la sala.
   -¡Adelante cielo!- le escuché decir-. ¡Te quiero, Ánclar, mi ser inmortal!
   Fue más de lo que pude soportar. Grité y la rabia hizo estallar aquella imponente bola de fuego esparciéndose por toda la sala. Sentí las llamas lamer mi piel. En la Taumaturgia Rego Ígnem, el fuego que es creado por ti no te daña, pero sí a los demás.
   Cuando la explosión amainó vi que todos los vástagos que habían estado a mí alrededor habían desaparecido y que el resto de Tremeres estaban tirados por el suelo casi inmóviles. Acongojada huí de aquel lugar.
   Meses después me enteré de que Éolesh seguía con vida y que me buscaba para acabar conmigo. Por lo que, desde entonces, huyo de él y de sus compañeros, desoyendo las palabras de mi querida madre…

“Se tú misma. Pero ante todo,
no tengas miedo a nada. Se valiente y lucha”

Ͼ… Fin …Ͽ