Aún más agotada regresa a su hogar, tras llenar la panza con comida ardiente. Tira la mochila al suelo y se deja caer al suelo frío y reconfortante para su piel. Se arrastra hasta su mochila, baja la cremallera a base de tirones y saca una libreta verde. Gatea hasta un lugar con un poco de luz, con la libreta verde entre los dientes, donde escribe apenas unas palabras tristes. Lo abandona frustrada y dolorida, por no conseguir la fuerza necesaria que requiere su amada historia, e imposible anécdota.
¿Descanso? Eso no existe para ella. Quizás para su cuerpo… Pero nunca para su consciencia.
Continuará…
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